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viernes, 25 de abril de 2025

TOMARES EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: UN PUEBLO EN LA RETAGUARDIA DE LA RESISTENCIA

    

Invasión napoleónica

    Durante la invasión napoleónica de España (1808–1812), Sevilla y su entorno se convirtieron en una zona clave dentro del conflicto. La ocupación de la ciudad por parte de las tropas francesas tuvo un impacto directo en los pueblos del Aljarafe, entre ellos Tomares, que, aunque no fue escenario de grandes batallas, desempeñó un papel estratégico como lugar de paso, vigilancia y aprovisionamiento.

    La situación de Tomares, sobre la cornisa del Aljarafe y muy cerca del Guadalquivir, le daba un valor estratégico. Desde sus alturas se dominaban los accesos a Sevilla, y el pueblo estaba comunicado por caminos secundarios que llevaban a Triana, Bollullos o Aznalcázar, lo que lo convertía en una zona clave para controlar el tráfico militar y civil en tiempos de guerra.

    Uno de los elementos históricos más relevantes de este periodo es la Venta de la Mascareta, situada en el antiguo camino real de Aznalcázar. Este edificio, que siglos atrás servía como parada para viajeros y ganaderos, fue ocupado por las tropas francesas y utilizado como puesto de vigilancia durante la ocupación de Sevilla (1810–1812).

    Desde allí, los franceses controlaban el acceso a Sevilla por el oeste, en un momento en que las fuerzas anglo-españolas organizaban incursiones desde el exterior y la resistencia local comenzaba a movilizarse en forma de guerrillas.

    Aunque no hay constancia de enfrentamientos armados directos en el término de Tomares, sí se sabe que el Aljarafe fue una zona activa en la resistencia. Guerrilleros y soldados aliados hostigaban las posiciones francesas desde localidades cercanas, y los caminos rurales eran utilizados para el paso de información, alimentos y armas.

    Además, como en otros pueblos ocupados, es probable que los habitantes de Tomares tuvieran que suministrar alimentos, alojar tropas y soportar requisas impuestas por el ejército napoleónico. Estos abusos eran frecuentes en todo el entorno sevillano y dejaron una huella social y económica en muchas localidades.

    La historia de Tomares durante la Guerra de la Independencia no está recogida en grandes crónicas militares, pero forma parte de esa "retaguardia silenciosa" que hizo posible la resistencia frente al invasor. Lugares como la Venta de la Mascareta, caminos rurales como el Camino Viejo de Sevilla o antiguos cortijos del término municipal fueron escenarios secundarios pero fundamentales de aquel conflicto.

WASHINGTON IRVING Y TOMARES: UN VISTAZO ROMÁNTICO A LA LLANURA DEL GUADALQUIVIR



 
   A comienzos del siglo XIX, el escritor norteamericano Washington Irving recorrió Andalucía fascinado por su historia, su arquitectura y sus paisajes. Su mirada, propia del romanticismo de la época, se detuvo con especial atención en los vestigios del pasado islámico y en la belleza de la naturaleza que rodea a ciudades como Sevilla. Aunque Tomares no aparece de forma explícita en sus obras más conocidas como Cuentos de la Alhambra o Crónica de la conquista de Granada, existe una frase atribuida al autor que apunta directamente a nuestra localidad:

"Subida a Tomares en lo alto de la línea de colinas, magnífica vista de la llanura del Guadalquivir, debajo Sevilla."

    Esta descripción, breve pero evocadora, captura el momento en que Irving asciende a las colinas del Aljarafe y contempla desde Tomares la grandiosa extensión del valle del Guadalquivir, con la ciudad de Sevilla desplegada a sus pies. En ella se percibe el asombro del viajero ante un paisaje que, todavía hoy, sigue ofreciendo una de las vistas más privilegiadas del entorno sevillano.

    El viaje de Irving por Andalucía no fue un simple paseo turístico: fue una búsqueda estética y espiritual. Quedó fascinado por la herencia cultural andalusí, que encontró no sólo en monumentos como la Alhambra, sino también en el trazado de pueblos, los restos de fortalezas y en la poesía escondida entre olivares y colinas. En este contexto, Tomares, como parte del histórico Aljarafe, aparece en el horizonte cultural que tanto inspiró al escritor.

    Durante su estancia en Sevilla y sus alrededores, Irving siguió las huellas del pasado islámico, uniendo su pasión por la historia con el deseo de reconstruir literariamente el esplendor perdido de al-Ándalus. Desde las colinas de Tomares, es posible que Irving vislumbrara el mismo paisaje que siglos antes contemplaron reyes y poetas musulmanes, cuando la ciudad de Isbiliya era una joya del mundo andalusí.

    Aunque no tengamos constancia escrita en sus libros de una estancia prolongada en Tomares, la frase mencionada nos permite imaginar que el autor norteamericano se detuvo, al menos por un instante, a admirar este enclave. Como muchos viajeros románticos de su época, Washington Irving transformó la geografía en un escenario poético, y los pueblos del Aljarafe, con sus vistas y su historia, se convirtieron en parte de ese imaginario que lo llevó a escribir algunas de las páginas más hermosas sobre España.

viernes, 31 de enero de 2025

ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA: LA FUENTE DE TOMARES EN LA LITERATURA




    Entre la Historia y la Leyenda: La Fuente de Tomares en la Literatura

    La Fuente de Tomares ha sido, desde tiempos remotos, un elemento esencial en la historia y cultura de Sevilla. No solo ha abastecido de agua a la ciudad, sino que también ha inspirado a numerosos escritores y poetas que la han convertido en protagonista de sus relatos. Entre ellos, destaca José Fernández Espino, quien en 1859 escribió el poema La Fuente de Tomares, basado en una antigua leyenda popular que circulaba en la localidad.
José Fernández Espino. Wikipedia

    José Fernández Espino fue una figura relevante dentro del panorama cultural sevillano del siglo XIX. Su contribución a las artes y la literatura lo llevó a presidir la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla entre abril de 1874 y octubre de 1875. Profundamente arraigado en la tradición y el folclore andaluz, su obra refleja un marcado interés por rescatar y embellecer las historias locales. Su poema sobre la fuente de Tomares no es solo una composición poética, sino también un testimonio de cómo las leyendas pueden perdurar a través de la literatura.

    En La Fuente de Tomares, Fernández Espino recoge un relato de metamorfosis, un motivo recurrente en la literatura romántica, donde se entrelazan elementos míticos y sobrenaturales. La historia sugiere que las aguas de la fuente poseen un origen mágico, evocando relatos transmitidos de generación en generación. Con esta visión, el autor no solo refuerza la importancia de la fuente dentro del imaginario colectivo, sino que la eleva a la categoría de símbolo cultural y patrimonial.

    La Fuente de Tomares ha sido mencionada en numerosas obras literarias, lo que demuestra su arraigo en la historia cultural de Sevilla. Entre las referencias más destacadas se encuentran textos de autores como Juan del Mal Lara en 1570, quien la menciona en su "Recebimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla", Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, en su célebre obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino (1839), y Manuel Fernández y González en la novela Diego Corriente (1866-1867). Incluso en el ámbito de la ciencia, Philip Hauser la menciona en su estudio Estudios médicos-sociales de Sevilla (1882), resaltando sus propiedades medicinales.

    El hecho de que la fuente haya sido citada a lo largo de distintas épocas y en géneros tan diversos demuestra su importancia tanto como recurso natural como en el ámbito simbólico y literario. Desde el Siglo de Oro hasta el Romanticismo, escritores han encontrado en sus aguas y en su historia un motivo de inspiración, perpetuando su legado en la cultura andaluza.

    Así, el poema de José Fernández Espino se erige como un homenaje a esta fuente y a la tradición que la rodea. Gracias a su obra, la Fuente de Tomares sigue viva en la memoria colectiva.

jueves, 30 de enero de 2025

TOMARES Y SAN JUAN DE AZNALFARACHE: EL DESLINDE TERRITORIAL Y SU HERENCIA HISTÓRICA

    
Escudos de Tomares y San Juan de Aznalfarache


    La historia de Tomares y San Juan de Aznalfarache está marcada por una relación que se remonta a siglos atrás, cuando ambas localidades compartían una estrecha vinculación administrativa y territorial. Durante mucho tiempo, hasta finales del siglo XIX, Tomares formaba parte del municipio de San Juan, dependiente de la administración de esta última. Sin embargo, el proceso de segregación que tuvo lugar en 1890 significó un hito crucial en la historia de ambos pueblos, ya que no solo definió sus territorios, sino que también sentó las bases para su evolución independiente, dando paso a la configuración política y social que conocemos hoy.

    Este proceso de separación no fue un acto aislado, sino el resultado de una serie de factores sociales, económicos y demográficos que marcaron la pauta en el contexto de la época. A lo largo del siglo XIX, San Juan de Aznalfarache experimentó un rápido crecimiento económico gracias a su desarrollo industrial y comercial, lo que convirtió a la localidad en un centro neurálgico de la comarca del Aljarafe. Este auge provocó un aumento significativo de su población, que en pocas décadas pasó de ser una pequeña localidad rural a convertirse en un importante núcleo de servicios y comercio.

    En este contexto, la segregación de Tomares fue una respuesta a la necesidad de autonomía de una población que había ido creciendo poco a poco, pero que aún mantenía una estructura económica más ligada a la agricultura. La separación, formalizada en 1890, no solo otorgó a Tomares su propia identidad administrativa, sino que también permitió a ambos municipios trazar su propio destino. En el momento de la segregación, la población de Tomares era de 590 habitantes, mientras que San Juan contaba con 586. Aunque las cifras eran casi idénticas, la distribución de los recursos y los bienes municipales fue un aspecto clave en la resolución del proceso. A Tomares se le asignaron 500 hectáreas de territorio, lo que definió su jurisdicción, y también se estableció un reparto económico que incluyó una asignación de 35.530 pesetas para San Juan y 35.288 para Tomares.

    Este acto de separación política no solo marcó el rumbo administrativo de ambos municipios, sino que también dejó su huella en el aspecto simbólico y heráldico. El escudo de Tomares, por ejemplo, es un claro testimonio de la historia compartida con San Juan. Su diseño incluye una cruz de San Juan de Jerusalén, presente en los espacios superior e inferior del escudo, que refleja la vinculación de ambas localidades con la orden medieval. Además, flanqueando la cruz, se observan dos torres de oro que complementan el simbolismo histórico de la localidad. La Corona Real Cerrada que aparece como timbre, hace referencia a la relación de Tomares con la monarquía, un símbolo de su trascendencia histórica.

Actual término municipal de Tomares

    Aunque la separación política permitió que ambos municipios siguieran su propio camino, las huellas de esa historia compartida siguen siendo evidentes en la configuración territorial y en la identidad cultural de la región. San Juan de Aznalfarache continuó su evolución como un importante centro industrial y comercial, mientras que Tomares, aunque conservó una identidad agrícola, comenzó a expandirse en el siglo XX hacia un modelo más residencial, que hoy en día lo convierte en una localidad en pleno crecimiento.

    El legado de aquel proceso de segregación sigue vivo en la memoria colectiva de la región, y la estrecha relación entre ambos municipios, aunque administrativamente separada, persiste en muchos aspectos, desde las tradiciones compartidas hasta las infraestructuras que conectan las localidades. El escudo de Tomares, con su cruz de San Juan, sigue siendo un símbolo de ese vínculo que perdura a través del tiempo, testimoniando la herencia histórica y cultural que ambos municipios comparten, incluso después de más de un siglo de separación.



TOMARES EN LA GUERRA CIVIL: OCUPACIÓN, REPRESIÓN Y MEMORIA HISTÓRICA (1936-37)


    

    La Guerra Civil española (1936-1939) marcó un antes y un después en la historia de España, y Tomares, como muchas otras localidades, no fue ajena a los dramáticos acontecimientos que se desencadenaron tras el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Aunque inicialmente no se produjeron incidentes graves en el pueblo, la llegada de las fuerzas sublevadas y la posterior represión dejaron una profunda huella en la localidad. Este artículo busca reconstruir aquellos hechos, recordar a las víctimas y reflexionar sobre la importancia de preservar la memoria histórica.

    Tras el fallido golpe de Estado que dio inicio a la guerra, las fuerzas sublevadas comenzaron a extender su control por Andalucía. En Tomares, la tranquilidad inicial se rompió el 24 de julio de 1936, cuando falangistas de la llamada "Columna Carranza" llegaron al pueblo acompañados por la Guardia Civil. Estos grupos, leales al bando franquista, ocuparon Tomares sin encontrar resistencia, ya que la localidad no contaba con una estructura organizada para defenderse. La toma del pueblo fue rápida y efectiva, pero marcó el inicio de un periodo oscuro para sus habitantes.

    En los seis meses posteriores a la ocupación, la represión se intensificó. Según los registros históricos, 44 vecinos de Tomares, de una población total de aproximadamente 2.300 habitantes, fueron asesinados. La mayoría de estas ejecuciones tuvieron lugar en Sevilla, donde las autoridades franquistas llevaban a cabo una campaña sistemática de eliminación de opositores políticos, sindicalistas y personas vinculadas a organizaciones de izquierdas.

    La represión no se limitó a los asesinatos. Las detenciones masivas y el control social se convirtieron en herramientas habituales para imponer el nuevo orden. Muchos tomareños fueron acusados de ser "rojos" o simpatizantes de la República, y sus familias quedaron marcadas por el estigma de la persecución.

    Uno de los aspectos más impactantes de la represión en Tomares fue el uso de propiedades privadas como centros de detención. Ante la masificación de las prisiones en Sevilla, las autoridades franquistas recurrieron a improvisar cárceles temporales. Una de ellas fue la hacienda que hoy alberga el ayuntamiento de Tomares, propiedad en aquel entonces de la familia Ybarra, una de las más influyentes de la oligarquía sevillana.

Vapor Cabo Carvoeiro cárcel flotante en el puerto de Sevilla
Imagen tomada de Diario.es


    Además, otra propiedad de los Ybarra, el vapor Cabo Carboeiro, atracado en el puerto de Sevilla, fue convertido en una cárcel flotante. Este barco, que originalmente se utilizaba para el transporte de mercancías, se transformó en un lugar de reclusión para cientos de detenidos, entre ellos numerosos tomareños. El Cabo Carboeiro se convirtió en un símbolo del horror franquista en Sevilla. Las condiciones a bordo eran inhumanas: los presos sufrían hacinamiento, falta de higiene, alimentación insuficiente y malos tratos. Muchos de ellos eran trasladados al barco tras ser detenidos en redadas o sacados de sus hogares en medio de la noche.

    El Cabo Carboeiro no fue la única cárcel flotante en Sevilla, pero su historia es especialmente significativa por el número de personas que pasaron por sus bodegas y por las terribles condiciones que soportaron. Según testimonios recogidos en el artículo, algunos presos describieron el barco como un "infierno flotante", donde las enfermedades y el hambre eran constantes. Además, el barco servía como punto de tránsito antes de que muchos detenidos fueran llevados a otros centros de reclusión o fusilados.

    La familia Ybarra no fue la única en colaborar con el bando sublevado, pero su papel fue especialmente relevante. Como parte de la oligarquía terrateniente, los Ybarra apoyaron activamente al régimen franquista, cediendo sus propiedades para fines represivos. Esta colaboración refleja cómo las élites locales se alinearon con los sublevados, contribuyendo a la consolidación de su control sobre el territorio.

    Los hechos ocurridos en Tomares durante los primeros meses de la Guerra Civil son un recordatorio de la violencia y la injusticia que marcaron aquel periodo. La represión franquista no solo acabó con la vida de decenas de tomareños, sino que también dejó una herida profunda en la comunidad, cuyas consecuencias se extendieron durante décadas.

    Hoy, más de ochenta años después, es fundamental recordar estos hechos para preservar la memoria histórica de Tomares. Conocer lo ocurrido nos ayuda a entender el pasado, honrar a las víctimas y construir un futuro basado en la justicia y la reconciliación. La localidad, como tantas otras en España, tiene el deber de mantener viva esta memoria para que las generaciones futuras no olviden los errores del pasado.

miércoles, 29 de enero de 2025

LA BARCA DE TOMARES: EL PUENTE INVISIBLE ENTRE EL ALJARAFE Y SEVILLA

 
Imagen tomada del blog de José Morales García


     
    Desde tiempos inmemoriales, existía “la barca de Tomares”, un servicio de transporte fluvial que cruzaba el río Guadalquivir desde la prolongación de lo que hoy es la Cuesta del Manchón hasta la otra orilla, donde se encuentra el Charco de la Pava en Triana. Este modesto pero esencial medio de conexión no solo era vital para los tomareños, sino que también servía como enlace crucial para los vecinos de San Juan de Aznalfarache, Mairena del Aljarafe, Bormujos y Castilleja de la Cuesta. Para todos ellos, la barca representaba el camino más corto y directo hacia el corazón de Sevilla, evitando largos rodeos por tierra.

    La barca de Tomares no era solo un medio de transporte; era un símbolo de conexión entre dos orillas, un nexo entre el mundo rural del Aljarafe y la bulliciosa vida urbana de Sevilla. Durante siglos, este servicio permitió el traslado peatonal de personas, mercancías y noticias, facilitando el intercambio cultural y económico entre ambas riberas. Era común ver a agricultores, comerciantes y viajeros esperando su turno para cruzar, mientras el barquero, con destreza y paciencia, manejaba la embarcación sorteando las corrientes del río.

    Sin embargo, con el avance de los tiempos y la evolución de los medios de transporte, la barca de Tomares fue perdiendo su razón de ser. La construcción de puentes, la expansión de carreteras y la llegada de vehículos motorizados hicieron que este servicio centenario se volviera innecesario. Poco a poco, la barca fue cayendo en desuso hasta desaparecer por completo, quedando solo en el recuerdo de aquellos que la usaron y en los relatos transmitidos de generación en generación.

    Hoy, la barca de Tomares es un vestigio del pasado, pero su memoria sigue viva en el municipio. Como homenaje a este símbolo de conexión, en Tomares existe una rotonda que luce una barca como elemento central. Esta escultura no solo es un recuerdo de aquel servicio fluvial, sino también un guiño a la famosa canción escrita por Federico Alonso Pernía que Paco Palacios "el Pali" inmortalizó: "En la barca de Tomares, me voy a pasar, con mi morena, la noche de San Juan...". Según el autor el barquero esperaba a las jóvenes en La Ventilla (aunque la canción también menciona a los borrachos, lo cual no es tan romántico). Durante el trayecto hacia Triana, que está justo enfrente, el barquero entretenía a los pasajeros cantando sevillanas. En el viaje de vuelta a Tomares, en cambio, los deleitaba con soleares.
    Esta melodía, que ha resonado en fiestas y verbenas, ha contribuido a mantener viva la leyenda de la barca en el imaginario colectivo.

Rotonda El Pali

    Recientemente el Ayuntamiento ha dedicado al cantaor una rotonda con la barca es, por tanto, un lugar emblemático que une pasado y presente. En nuestro blog de historia de Tomares, recordamos con nostalgia este símbolo de conexión y progreso, que alguna vez fue el puente invisible entre el Aljarafe y Sevilla.

    ¿Te imaginas cómo sería cruzar el río en aquella barca, sintiendo el vaivén del agua y contemplando el paisaje desde el centro del Guadalquivir?

martes, 2 de abril de 2019

TOMARES Y SU HISTORIA HIDRÁULICA: EL AGUA QUE ABASTECIÓ A SEVILLA EN EL SIGLO XIX


Varios personajes tomando “agua de Tomares”,
escena de la obra “Don Álvaro o la fuerza del sino”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas

Imagen de Agrega Andalucía

    Tomares en el siglo XIX era una localidad de apenas 500 habitantes. Sin embargo, su ubicación en la cornisa del Aljarafe y el hecho de estar surcada por dos manantiales de agua potable hicieron que el aprovechamiento de estos acuíferos fuera vital para los habitantes de la capital sevillana. Tomares siempre fue famosa por la cantidad y la calidad de las aguas potables freáticas. Por aquel entonces, el sistema tradicional de abastecimiento de agua para la mayoría de la población de la capital sevillana era directamente del Guadalquivir de dudosa potabilidad. Sólo una minoría pudiente se aprovechaba de los conocidos "Caños de Carmona", que traían agua desde un manantial de Alcalá de Guadaira.

"El aguador y los murmuradores" José Jiménez Aranda, 1878
Imagen de Wikipedia

    Pero sabemos que los vecinos del arrabal de Triana, desde hace muchísimos años, acudían a proveerse de agua a los manantiales del Aljarafe, en concreto de Tomares. Prueba gráfica de ello la tenemos en el cuadro del pintor Jiménez Aranda, que nos muestra este kiosko situado a la entrada del paseo del Arenal, junto al Puente de Barcas, sobre el que podemos leer en el rótulo situado en su parte superior "agua de Tomares". Entonces, el recorrido podía hacerse a pie, pues no existía el obstáculo fluvial que hoy conocemos como la Corta de la Cartuja.

    En el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, más conocido como Diccionario Madoz, de 1950, en honor al que fuera su director y creador, Pascual Madoz, señala sobre Tomares, entre otros datos, que "tiene una fuente a la entrada".

    Así las cosas, en un momento dado, hacia 1828, el ayuntamiento sevillano empieza a interesarse por uno de los dos manantiales tomareños, concretamente el situado en la actual Fuente de la Mascareta. En 1844 se toma en consideración la posibilidad de su posible utilización como suministro, proponiendo la profundización de dicho manantial y la construcción de un acueducto que salvara la distancia hasta Triana. Tal y como nos señala Santiago Martín en su blog, el agua llegó "a la calle Betis en su Barrio de Triana, hasta una Casa Corral en la que, al parecer, él vivía. Esta Casa se llamaría a partir de aquel momento como la Casa de Tomares, más tarde sería la Casa del Agua para terminar siendo denominado el Corral del Agua".

    Como el presupuesto de la ejecución de esta obra era muy elevado, se aceptó la idea de que pudiera ser llevada a cabo por un empresario industrial llamado Juan Gobantes, propietario de una fábrica de tubos de plomo que contaba con un gran excedente en su almacén. Gobantes, en vez de procurar venderlas o fundirlas de nuevo, le vino la idea de emplearlas él mismo. Para ello se puso en contacto con el alcalde de la villa de Tomares para contar con las aguas de los manantiales del pueblo, y una vez conseguido su arrendamiento, solicitó el permiso para la traída de agua colocando las tuberías de su fundición desde Tomares hasta el arrabal de Triana. La fuerza de la gravedad, el desnivel del terreno de 114 metros, hizo el resto. Un acueducto de 2 km de longitud en tubería de plomo sobre caja de ladrillos, cuyo punto de destino era la "Casa de las Aguas" en la calle Betis. El suministro que se puso en marcha en 1852 fue un éxito y funcionó hasta bien entrado el siglo XX.

    Las demandas de los sevillanos de este agua eran continuas, pues el cántaro se vendía a 0,90 y sabemos de la petición al ayuntamiento sevillano para que se acometiese la construcción de una tubería que atravesase el río Guadalquivir por el puente de Triana, que proporcionase agua de forma estable y más barata a esta poblada zona de la ciudad.






viernes, 29 de marzo de 2019

LA CASA DEL GUARDA DE LA HACIENDA DE SANTA EUFEMIA: UN REFUGIO DEL PASADO

    En la fotografía tomada en los años 50, se observa el acceso a la Hacienda de Santa Eufemia a través de la Casa del Guarda, un edificio que ha sido testigo de varias transformaciones a lo largo de la historia de Tomares. En la actualidad, esta casa se ha rehabilitado para su uso como Guardería Infantil, pero su estructura y su historia siguen reflejando la vida rural que dominaba la zona en el pasado.

    La Casa del Guarda está organizada en torno a un patio central, una disposición arquitectónica típica en las construcciones de la época. El elemento más destacado de este edificio es, sin duda, la torre de vigilancia que se alza sobre la propiedad. Esta torre, originalmente destinada a la vigilancia de la finca, cuenta con ventanales con arcos de medio punto, lo que permitía a quienes se encontraban en la torre tener una visión clara de los alrededores de la hacienda.

    La planta alta de la torre funciona como un mirador, abriéndose hacia los cuatro flancos, con arcos dobles de medio punto en cada fachada, separados por pilastras. Esta torre-mirador no solo tenía un carácter funcional, sino que también formaba parte del paisaje arquitectónico que reflejaba el poder y la importancia de la Hacienda de Santa Eufemia en la zona. En su remate, se encuentra un pinaculillo de cerámica vidriada, una característica que le da un toque distintivo y que resalta la riqueza artesanal de la época.

    La fotografía fue tomada desde los terrenos del actual Instituto Néstor Almendros, situando la Casa del Guarda en el contexto histórico y geográfico de la época, cuando la Hacienda de Santa Eufemia aún dominaba el paisaje de Tomares. Este edificio, que en su momento cumplió la función de residencia del guarda encargado de la finca, hoy forma parte del legado arquitectónico de Tomares y de su transformación a lo largo de los años.

TOMARES Y LA SEGUNDA REPÚBLICA: UN PERÍODO DE CAMBIO Y TRANSFORMACIÓN

   

    La proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 supuso un cambio significativo en la vida política de todo el país, incluidas las pequeñas localidades como Tomares. En este municipio sevillano, el proceso de transición desde la monarquía a la nueva forma de gobierno estuvo marcado por particularidades que reflejaban la compleja realidad política de la época.

    El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales en toda España, consideradas un plebiscito sobre la continuidad de la monarquía de Alfonso XIII. En muchas ciudades, las candidaturas republicanas obtuvieron una clara victoria, lo que precipitó la proclamación de la Segunda República dos días después. Sin embargo, en Tomares y otros 26 municipios de la provincia de Sevilla no se llegó a celebrar dicha convocatoria electoral. Esto se debió a la aplicación del artículo 29 de la Ley Electoral vigente, que establecía que, si solo había una candidatura presentada, esta quedaba proclamada automáticamente sin necesidad de votación. En el caso de Tomares, la única lista que se presentó fue de carácter monárquico, lo que impidió a la ciudadanía expresarse en las urnas. No obstante, tras la instauración del nuevo régimen republicano, se consideró que los ayuntamientos elegidos bajo estas circunstancias no reflejaban el nuevo escenario político y, por tanto, se convocaron elecciones municipales extraordinarias para el 31 de mayo de 1931. En esta ocasión, la ciudadanía de Tomares sí pudo acudir a las urnas y elegir a sus representantes dentro del marco republicano.

    Con la llegada de la Segunda República, por primera vez, el pueblo de Tomares intentó asumir su propio destino, participando de forma ejemplar y masiva en las diferentes elecciones. La República trajo la esperanza a un pueblo duramente castigado por el paro, consecuencia de la escasez de tierras en el término municipal y la falta de industria, pero estos eran males endémicos de difícil corrección a corto plazo, y menos aún cuando el país se encontraba inmerso en una profunda crisis económica. A pesar de ello, la actividad de la lucha obrera no fue especialmente combativa.

    Las elecciones del 31 de mayo dieron como resultado la elección de un nuevo ayuntamiento republicano en Tomares. A la cabeza del consistorio se situó Manuel Romero Ortega, un joven empresario con ideas progresistas que asumió la alcaldía en un contexto de grandes cambios y expectativas. Su llegada al poder local simbolizaba la entrada en una nueva etapa, en la que se intentaron poner en marcha reformas que modernizaran la administración municipal y mejoraran las condiciones de vida de los vecinos.

    El periodo republicano en Tomares estuvo marcado por los esfuerzos de modernización y los conflictos sociales que también caracterizaron a España en aquellos años. Una de las principales preocupaciones del gobierno municipal fue la mejora de la educación y la cultura, siguiendo la línea de la política republicana. Se promovió la ampliación de escuelas, la contratación de más maestros y el impulso a una enseñanza laica que garantizara el acceso a la educación a todos los niños del municipio, sin las limitaciones que imponía anteriormente la Iglesia. También se fomentaron actividades culturales, incluyendo la creación de bibliotecas públicas y la organización de eventos y conferencias para la formación de la ciudadanía.

    Las condiciones laborales y sociales también fueron objeto de atención. Se impulsaron medidas para mejorar la situación de los trabajadores, en especial de jornaleros y campesinos, que constituían una parte importante de la población. Se promovieron iniciativas para la regulación de salarios, la reducción de la jornada laboral y la mejora de las condiciones higiénicas y de seguridad en el trabajo. En paralelo, se establecieron mecanismos de mediación para resolver los conflictos entre patronos y obreros, con el fin de evitar huelgas y enfrentamientos que eran comunes en la época. La construcción de infraestructuras y la mejora de los servicios públicos fueron otra de las prioridades del gobierno municipal. Durante estos años se llevaron a cabo obras para mejorar el abastecimiento de agua potable, el saneamiento y la pavimentación de calles, dotando a Tomares de mejores condiciones de habitabilidad. También se puso en marcha un plan de electrificación que permitió llevar la luz a zonas que hasta entonces carecían de este servicio.

    A pesar de estos esfuerzos, la Segunda República estuvo marcada por profundas tensiones sociales y políticas. En el ámbito nacional, las reformas impulsadas por el gobierno republicano generaron oposición entre sectores conservadores y grandes propietarios. En Tomares, como en muchas localidades andaluzas, estas disputas se reflejaron en conflictos entre trabajadores y terratenientes, así como en las diferencias entre republicanos reformistas y elementos más conservadores de la sociedad local.

    El periodo republicano en Tomares, como en el resto del país, se vio abruptamente interrumpido en julio de 1936 con el estallido de la Guerra Civil. El golpe de Estado militar encabezado por el general Franco tuvo una rápida repercusión en Andalucía, y Sevilla se convirtió en uno de los primeros bastiones del alzamiento. En este pueblo, donde no se disparó un solo tiro ni el 18 de julio de 1936 ni durante la ocupación por las tropas rebeldes el día 24, la represión fue especialmente dura. Hasta el momento, las cifras son escalofriantes: de los 2.358 habitantes que contaba la localidad en 1935, cuarenta y tres personas fueron oficialmente fusiladas, aunque sabemos por las fuentes orales que el número podría ser mayor. A todo ello habría que añadir otro tipo de represión, como encarcelamiento, vejaciones, etc., que igualmente sufrieron algunos vecinos de Tomares cuyo único "delito" fue la defensa del gobierno legítimo de España frente a un grupo de golpistas rebeldes que terminaron por llevar al país a una sangrienta guerra civil.

SAN SEBASTIÁN; HISTORIA Y TRADICIÓN EN TOMARES, DE LA RECONQUISTA AL PATRÓN LOCAL

    San Sebastián es el santo y patrón de Tomares. Su festividad se celebra el 20 de enero, fecha en la que se procesiona por las calles del municipio. Con anterioridad a 1980 ese día una de las fiestas más importantes. El simpecado recorría el pueblo acompañado por vecinos a pie y a caballo, junto a una banda que abría el cortejo. Ya por la tarde salía el santo  en su paso y con la banda y los vecinos arropándole.
    En la actualidad, los días 18, 19 y 20 de Enero se celebra un triduo en su honor y su salida procesional queda para el sábado después de su día. La romería, en los terrenos del Zaudin, pasa al primer domingo de mayo, coincidiendo con la primavera y el buen tiempo.
    Pero ¿por qué el culto a San Sebastián en nuestra localidad? En esto tenemos dos teorías. La primera hace referencia al propio proceso de reconquista cristiana en el siglo XIII. Era habitual que a los territorios que iban siendo reconquistados se les adjudicara la advocación del santo correspondiente a ese día. El hecho de ser conquistada Tomares el 20 de enero de 1248, diez meses antes que la capital sevillana, explica tal advocación.
    Otra teoría señala que el asunto es posterior. En concreto del siglo XVII cuando el Conde Duque de Olivares, propietario de Tomares y otros territorios aledaños, como era un gran devoto del Santo, lo nombra por primera vez Patrón de Tomares, asi como de otros pueblos el Aljarafe.
En cualquier caso Tomares ha continuado esta tradición hasta hoy día, y desde el año 1951 se rinde culto de manera oficial a partir de la fundación de la Asociación de San Sebastián. Más tarde, sobre el año 1973, esta Asociación se fusionó con la Hermandad del Cristo de la Vera+Cruz y Ntra. Sra. de los Dolores, que desde entonces también se llama, de San Sebastián.
    Pero hagamos un poco de historia acerca de quién fue este santo. Sebastián fue hijo de un militar noble nacido en Narbona (Francia) a mediados del siglo III d. C. Siendo muy joven se trasladó con su familia a Milán. Allí continuó los pasos de su padre llegando a ser capitán de la guardia pretoriana del emperador Diocleciano. Cumplia con la disciplna militar, pero no participaba en  los sacrificios paganos por considerarlos una idolatría. Como cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros visitando y alentando a otros cristianos encarcelados por causa de su religión. Pero acabó por ser descubierto y denuncado al coemperador Maximiano, quien lo obligo a escoger entre poder ser soldado o seguir a Jesucristo. Sebastián escogió seguir a Cristo. Decepcionado, el emperador le amenazó de muerte, pero Sebastián se mantuvo firme en su fe. Enfurecido, fue condenado a morir asaeteado. Los soldados del emperador lo llevaron al estadio de Palatino, lo desnudaron, lo ataron a un poste, y lanzaron sobre él una lluvia de flechas, dándolo por muerto. De ahí que siempre se represente de esta manera. Sin embargo, sus amigos se acercaron y, al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana llamada Irene, que lo mantuvo escondido y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
    Pasado un tiempo quiso continuar con su proceso de evangelización y llego a presentarse ante el emperador para pedirle que dejara de perseguir a los cristianos. Pero Maximiano mandó que lo azotaran hasta morir. El cuerpo, recuperado por los cristianos, fue enterrado en un cementerio subterráneo de la Via Apia, lugar donde la Iglesia Romana construyó un templo en honor al santo, la Basilica de San Sebastián, que hoy todavía existe.
    En nuestra localidad cuenta la tradición que llegó a haber una imagen del santo presidiendo el Altar Mayor en la Iglesia de Ntra. Sra. de Belén en un retablo barroco que hoy dia no existe. En la actualidad en el Altar Mayor está el Cristo de la Vera+Cruz, a su izquierda la Virgen de Ntra. Sra. de Belen y a la derecha, la imagen de San Sebastián que mostramos en la foto superior, de autor desconocido.

Han colaborado los alumnos Evaristo Román, Ana Martín, Marta Fuertes y Aida Rkayna.

RICARDO TORRES "BOMBITA": TORERO TOMAREÑO

BOMBITA EN PLENA FAENA CON LA MULETA
MONUMENTO EN LAPLAZA DE DOÑA ELVIRA

    En la imagen superior, se puede observar la glorieta de Doña Elvira, en Tomares, donde se encuentra el monumento dedicado a Ricardo Torres "El Bombita", un torero nacido en 1879 en Tomares y fallecido en Sevilla en 1936. Fue el segundo de tres hermanos dedicados al mundo del toreo, lo que le valió el apodo de "Bombita Chico" o "Bombita II". Pronto ganó notoriedad por su valentía y temeridad, destacándose especialmente en su manejo de la muleta y su capacidad para lidiar con toros huidizos y recelosos.

    A partir de 1903, se inició su famosa rivalidad con el torero cordobés Rafael González Madrid "Machaquito", que dividió a la afición en dos grupos: los que consideraban el toreo una disciplina de habilidad y destreza (seguidores de "El Bombita") y los que lo veían como una lucha sin tregua contra el toro (seguidores de "Machaquito").

    Una de las rivalidades más esperadas, la que mantenía con José Gómez Ortega "Joselito", no llegó a materializarse completamente. Para cuando "El Bombita" estaba en el ocaso de su carrera, Joselito apenas comenzaba, siendo aún un joven torero de 16 años con gran ímpetu.

    Sin duda, "El Bombita" fue uno de los toreros más destacados de la primera década del siglo XX, hasta su retirada oficial el 19 de octubre de 1913 en Madrid. Su carrera fue marcada por numerosos percances, pues fue un torero muy castigado por los toros, terminando su trayectoria literalmente "cosido" a cornadas.

    En honor a su legado, Tomares cuenta con una calle con su nombre en el Real de la Feria de Sevilla. El 120 aniversario de su nacimiento y el 100 aniversario de la toma de su alternativa fueron conmemorados en mayo de 1999, con la inauguración de un monumento en su honor en la plaza de Doña Elvira.

    La escultura, de bronce y con una altura de dos metros y cinco centímetros, lo retrata de pie, envuelto en su capote de paseo, listo para comenzar la faena. Este monumento se erige sobre un pedestal de tres metros de altura y fue realizado por el escultor sevillano Alberto Germán Franco. Su inauguración tuvo lugar el 14 de mayo de 1999, en presencia del alcalde de Tomares, Alejandro Martín de la Oliva, y destacadas figuras del mundo taurino como Curro Romero y los hermanos Peralta, entre otros.

    Este monumento no solo celebra su carrera, sino también la profunda huella que Ricardo Torres "El Bombita" dejó en la historia taurina, tanto en Sevilla como en su tierra natal, Tomares.

CASA NATAL DE RICARDO TORRES "BOMBITA" EN TOMARES



POLIDEPORTIVO MASCARETA

Este polideportivo fue el primero de Tomares. Se encuentra entre ‘‘Calle de la Fuente’’ y ‘‘Calle de Solana’’.

 
Fue inaugurado en el año 1987.    Consta de un rocódromo de 15 metros,
3 pistas de paddle de césped artificial, 2 pistas de tenis de tenisquick y otra pista de tenis sintética, 1 pista de baloncesto sintética, 1 pista de volleyball sintética, 2 pistas de fútbol sala de cemento y un campo de fútbol reglamentario de césped, 1 piscina polideportiva, 1 piscina polivalente y 1 piscina de chapoteo, 1 pabellón cubierto, 1 pista de atletismo de entrenamiento, vestuarios masculinos y femeninos y 1 pista multi-deportiva infantil.

 
Ahora, se esta pensando en remodelarlo de forma que quede algo así:
Será el mas completo de toda la provincia de Sevilla (con una inversión de 3’6 millones de euros).
Tendrá una cafetería, pista de atletismo, gradas para 200 personas, una pista de atletismo sintética, siete aulas multifuncionales.

NÉSTOR ALMENDROS, EL NOMBRE DEL PRIMER INSTITUTO DE SECUNDARIA EN TOMARES


¿Por qué Néstor Almendros  es el nombre del primer instituto de  Tomares?.¿Quién fue Néstor Almendros? La respuesta nos la cuenta Francisco Trapero, ex director y actualmente profesor del Centro, a partir del libro escrito por el también ex director Antonio Gosalves: “NéstorAlmendros en Tomares”.
Néstor Almendros, aparte de reconocido y laureado internacionalmente cámara de cine, fue crítico de cine y autor de numerosos libros. 
Traemos aquí un extracto del mismo, publicado en la web del propio instituto, de los primeros contactos con Néstor Almendros, de su estancia en Sevilla y Tomares y de cómo llegó a sentirse querido por Andalucía. Cómo aceptó la  invitación este barcelonés,“maestro de la luz”, cuya larga carrera discurrió principalmente entre Cuba,Estados Unidos y Francia, de ceder su nombre a un centro educativo en la localidad de Tomares. En sus propias palabras en 1990 "Lo de Sevilla-Tomares es una de las grandes alegrías que he tenido en estos últimos años".
Néstor Almendros, nominado cuatro veces en sus películas ala Mejor Fotografía, obtuvo el Óscar en 1978 con el filme “Días del Cielo”interpretada por Richard Gere.


El 30 de junio de 1989, se construye en la localidad Sevillana de Tomares  un moderno Instituto de Enseñanza Media (hoytransformado en Instituto de Enseñanza Secundaria, I.E.S.). En Él, y como novedad docente en la Administración Educativa andaluza, se implantan las especialidades de Relaciones Públicas e Imagen y Sonido.
"Al ofrecerme la dirección del centro y en un análisis conjunto entre profesores y alumnos, nos pareció oportuno la puesta en marcha de la campaña “Busca nombre para tu Instituto” como vehículo de promoción divulgativa de un profesional ligado a la cinematografía. Tras arduas liberaciones, se perfila como firme candidato Néstor Almendros, primer español galardonado con un Oscar en dirección de fotografía (“Días del cielo”, 1976).
Mi firme objetivo en diseñar en nuestra Comunidad Autónoma un Instituto con proyección de un futuro invadido por la Imagen, contemplaba la formación específica de personal técnico con creciente demanda en el terreno de la tecnología audiovisual (RTVA va a inaugurarse por esas fechas, cercanas ya a la Exposición Universal de 1992).
Estas reflexiones aquí expuestas confluyen en el esbozo por parte de todo el equipo docente de una inauguración en las aulas dignas del gran cineasta a homenajear.
Pienso entonces en contactar con Néstor Almendros allá donde se encuentre. En esas fechas, trabaja en Estados Unidos pero ¿cómo localizarlo?; productoras y distribuidoras cinematográficas no me suministran respuestas concretas.
En noviembre de 1989, al saber de su procedencia catalana, acudo al Departamento de Cultura de la Generalitat para solicitar información al respecto; dos días más tarde, ya obra en mi poder en teléfono y la dirección deseados.
Inmediatamente contactó con su sobrino David quien me comenta la ausencia de su tío de España,por encontrarse en el Festival de Montreal, aunque tiene previsto su regreso a Barcelona a mediados del mes en curso.
El día16 de noviembre, sobre las diez horas, pude al fin establecer comunicación telefónica con el prestigioso cineasta, al que transmito el proyecto del Instituto, que él acoge con espontánea incredulidad (“¿no será una broma,verdad?”).
Trasmis explicaciones y el deseo de inaugurar el centro contando con su presencia en diciembre, le sugiero así mismo la posibilidad de realizar unas prácticas derodaje e impartir una lección magistral sobre iluminación, a lo que Almendros asiente entusiasmado (“estoy encantado, es la primera vez que en mi país sereconoce mi trabajo a través de un organismo oficial, en este caso el gobierno andaluz”).
Un entusiasmo, sin embargo, que no le hace perder su sencillez y modestia: “d etodas formas no comprendo ¿por qué han elegido mi nombre con todas las personalidades que existen en esta profesión?.
Preferimos–argumento- gente que esté viva, para que puedan aportar su presencia y experiencia.
Hombre-apostilla Néstor- una respuesta muy manchega. Mi padre era de un pueblo de Albacete, de Almansa.
¿Cómo?pregunto sorprendido, yo también soy de allí.
Esta curiosa coincidencia hizo que comenzásemos a hablar sobre calles, rincones,amigos comunes. Descubrí que mi abuelo fue el sastre de su padre. Una serie de relaciones y vivencias comunes que permitiría, en el futuro, mantener entre nosotros un amistoso contacto perdurable hasta su muerte.
Así,fiel a su promesa, en diciembre de 1989, se produce la inauguración oficial delInstituto que llevaría su nombre, con los acuerdos establecidos entre la Juntade Andalucía, Ayuntamiento y Delegación de Educación y Ciencia.

El 17de diciembre espero a Néstor en el aeropuerto de Sevilla, procedente de Barcelona, sobre las 15 horas. Llega con escaso equipaje:
“Me gusta viajar siempre muy ligero; entre la gabardina y el chaquetón de cuero, he preferido este último y la cabeza, sí, cubierta, pues con mi escaso pelo temolos resfriados.”
Enseguida pude constatar su cercanía, su acento frágil, con una cierta musicalidad casi caribeña. Muy comedido en su trato, te hacía sentirte cómodo entre su conversación locuaz y culta.
Nada más dejar sus pertenencias en un céntrico hotel cercano a la Plaza Nueva,mostró su deseo por conocer Sevilla, con sólo una fugaz visita años atrás, y recorrer sus rincones, pisarla y olerla: Plaza de San Francisco, Sierpes, Cuna,Catedral, Triana, San Telmo...
Se conmovía ante la arquitectura y el trazado de las callejuelas oscuras y, sobretodo, ante la luz (“¡Qué contrastes lumínicos tan bellos y fuertes!”). Por la calle Betis, su mirada se alineaba a la fila de farolas de luz anaranjada en un itinerario que complementaba con sus precisiones siempre interesantes sobre la luz y el color reflejados en el Guadalquivir.
El día18 se procede al acto inaugural presidido por Antonio Pascual, Consejero de Educación, con la presencia de Néstor Almendros ante un auditorio entusiasta:
“El director Eric Rohmer me decía una vez que lo mejor que le podía ocurrir a un creador literario o cinematográfico era que no le conociesen; Él creía que cuanto menos se conoce a una persona, más se le admira y cuando se le conoce,cuando se ve que existe, que es real, deja de tener su aspecto mítico.
A mí me escogieron Vds., yo creo, porque no me conocen y así pudieron inventarme.
Al ponerse al contacto conmigo Antonio Gosálvez y comunicarme que si quería dar mi nombre a este Instituto, sabía a lo que me arriesgaba viniendo aquí, aceptando esta invitación.
Pero el honor que me hacen es tan grande, que no pude declinarme y aquí estoy para agradecerles a todos el haberme invitado.
Se proyecta en la tarde de ese día “Kramer contra Kramer”, visionado que resulta aún más interesante si setiene en cuenta que dicho film se pasó sin sonido para que Néstor, de manera didáctica, pudiera ir comentando tanto los detalles técnicos, dificultades de iluminación, anécdotas de rodaje, etc, como la libertad que le permitió el director -Robert Benton- a la hora de iluminar, mover la cámara e incluso admitir sugerencias escenográficas”.