Mostrando entradas con la etiqueta Bichuelas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bichuelas. Mostrar todas las entradas

viernes, 31 de enero de 2025

LA CAÑADA REAL DE TOMARES: UN CAMINO HISTÓRICO EN LA MEMORIA DE LA TIERRA

    

Mapa vías pecuarias en Andalucía

La Cañada Real de Tomares: Un camino histórico en la memoria de la tierra

    En el paisaje de Tomares, municipio sevillano de profunda raigambre histórica, se esconde un vestigio de un pasado en el que el trasiego de ganado y el ritmo de la trashumancia marcaban el pulso de la vida rural: la Cañada Real de Tomares. Esta vía pecuaria, hoy parcialmente perdida bajo el avance de la urbanización, fue en su día una ruta esencial para el traslado de rebaños y un testimonio vivo de la conexión entre el ser humano y la tierra.

    ¿Qué era la Cañada Real de Tomares?

    Las cañadas reales eran caminos tradicionales utilizados desde la Edad Media para la trashumancia, es decir, el movimiento estacional del ganado entre las zonas de pastos de invierno y verano. Estas vías, reguladas por la Mesta (una poderosa asociación de ganaderos), formaban una extensa red que cruzaba la península ibérica. La Cañada Real de Tomares era una de estas rutas, que conectaba la campiña sevillana con otras regiones de Andalucía, permitiendo el traslado de ovejas, cabras y otros animales en busca de pastos frescos.

    Aunque no se conoce con exactitud su trazado completo, se sabe que esta cañada formaba parte de un sistema más amplio de vías pecuarias, posiblemente vinculado a rutas principales como la Cañada Real de la Plata, que unía Extremadura con Andalucía. Su función no era solo ganadera; también servía como ruta de comunicación entre poblaciones y como eje de intercambio cultural y comercial.



    El recorrido de la cañada en Tomares

    En el término municipal de Tomares, la Cañada Real debía seguir un trazado que aprovechaba las características naturales del terreno. Aunque el crecimiento urbano ha alterado gran parte de su recorrido, algunos indicios nos permiten reconstruir su posible ruta como la cercanía a Duchuelas. El antiguo núcleo poblacional de Duchuelas, hoy desaparecido, estaba situado cerca de lo que fue el camino que dio origen a la cañada. La necrópolis de Aljamar, descubierta en las inmediaciones, es un testimonio de la importancia de esta zona como punto de paso. De tal forma el actual Callejón Bichuelas, cuyo nombre evoca el pasado de Duchuelas (también llamado Lichuelas en el siglo XVII), podría ser un vestigio del trazado original de la cañada. Su existencia sugiere que la vía pecuaria pasaba por esta zona, conectando las tierras bajas del Guadalquivir con las colinas de la campiña.

    Como era habitual en las cañadas reales, su trazado probablemente seguía vaguadas y laderas, aprovechando los recursos naturales para facilitar el paso de los rebaños. En Tomares, esto se traducía en un recorrido que bordeaba elevaciones suaves y se acercaba a arroyos y fuentes de agua, elementos clave en la cultura islámica y en la práctica de la trashumancia.

    La cañada hoy: Entre el olvido y la memoria

    Hoy en día, la Cañada Real de Tomares es un ejemplo de cómo el desarrollo urbano puede borrar las huellas del pasado. Gran parte de su trazado se ha perdido bajo calles y edificios, pero su legado perdura como hemos señalado en nombres como el Callejón Bichuelas y en los restos arqueológicos que nos hablan de su importancia histórica.

    Sin embargo, la conservación de estas vías pecuarias es fundamental no solo por su valor histórico, sino también por su potencial como rutas turísticas y senderos naturales. En otras partes de España, muchas cañadas reales han sido recuperadas como espacios para el senderismo y el cicloturismo, permitiendo que su memoria siga viva.

BICHUELAS O DUCHUELAS: UN VESTIGIO DE LA HISTORIA MUSULMANA DE TOMARES

    Duchuelas: Un vestigio de la historia musulmana en Tomares

    En el corazón de la historia de Tomares se encuentra un lugar que, aunque hoy desaparecido, fue un núcleo poblacional de gran relevancia durante la época musulmana: Duchuelas. Este enclave, que posteriormente pasó a llamarse Lichuelas en el siglo XVII, es hoy recordado a través del Callejón Bichuelas, un testimonio silencioso de su pasado. La importancia de Duchuelas no solo radica en su existencia como asentamiento, sino también en los restos arqueológicos que han salido a la luz en sus proximidades, ofreciéndonos una ventana al pasado y a las costumbres de quienes habitaron estas tierras hace siglos.

    Uno de los hallazgos más significativos relacionados con Duchuelas es la necrópolis de Aljamar, descubierta en las inmediaciones de lo que se cree fue su ubicación. Esta maqbara, término árabe que designa un cementerio musulmán, alberga 255 tumbas distribuidas en un área de 2300 metros cuadrados. Los estudios arqueológicos sitúan su uso entre los siglos IX y X, un período en el que Al-Ándalus florecía en la península ibérica. La necrópolis de Aljamar no solo es un testimonio de la presencia musulmana en la región, sino también un reflejo de las prácticas funerarias y las creencias religiosas de la época.

    Las maqbaras, como la de Aljamar, solían ubicarse en lugares estratégicos, frecuentemente cerca de fuentes de agua o en las laderas de cerros y montes. Esta elección no era casual, ya que el agua tenía un significado simbólico y práctico en la cultura islámica, asociada tanto a la purificación como a la vida. En el caso de la necrópolis de Aljamar, su ubicación en la parte meridional de una suave elevación del terreno, cercana a una vaguada y próxima al camino que más tarde se convertiría en la Cañada Real de Tomares, cumple con estas características. Este entorno no solo facilitaba los rituales funerarios, sino que también aseguraba que los difuntos descansaran en un lugar tranquilo y respetado.

    El descubrimiento de esta necrópolis ha permitido a los arqueólogos y historiadores profundizar en el conocimiento de la vida y la muerte en la época musulmana. Las tumbas, orientadas según la tradición islámica hacia La Meca, revelan detalles sobre las prácticas funerarias y la organización social de la comunidad que habitó Duchuelas. Además, la presencia de una necrópolis de tal magnitud sugiere que Duchuelas fue un núcleo poblacional de cierta importancia, posiblemente un punto de referencia en la red de asentamientos de la región.
Callejón Bichuela

    Aunque Duchuelas ya no existe como tal, su legado perdura en los restos arqueológicos y en la memoria histórica de Tomares. El Callejón Bichuelas, que lleva su nombre, es un recordatorio de que bajo nuestros pies yacen historias esperando ser contadas. La necrópolis de Aljamar no solo es un tesoro arqueológico, sino también un puente que nos conecta con un pasado lejano, permitiéndonos comprender mejor las raíces de nuestra identidad cultural.

jueves, 30 de enero de 2025

TOMARES EN LA EDAD MEDIA: DESPOBLACIÓN, CONFLICTOS Y LA DIFÍCIL REPOBLACIÓN


    La repoblación en Tomares tras la Reconquista

    La conquista de Sevilla por Fernando III en 1248 supuso un cambio radical para la población musulmana del Aljarafe. Como parte de las condiciones de rendición, los musulmanes fueron obligados a ceder sus tierras a la nueva administración cristiana, aunque se les permitió seguir habitando ciertas zonas, como Sanlúcar y Aznalfarache, hasta 1253. Sin embargo, con la llegada al trono de Alfonso X, la situación se tornó aún más difícil para la población mudéjar, es decir, los musulmanes que permanecían en territorio cristiano. En 1257, el monarca ordenó su expulsión definitiva como parte de su política de consolidación del dominio cristiano en la región, pues la presencia de musulmanes era vista como un riesgo para la estabilidad del reino. La desconfianza hacia los mudéjares aumentó ante posibles alianzas con Granada y el Magreb, así como por su resistencia a la autoridad cristiana. Esta medida provocó el abandono masivo de pueblos y alquerías, dejando el territorio despoblado y dificultando su posterior repoblación debido a la inseguridad fronteriza.

    La despoblación y la crisis del territorio

    Este proceso de expulsión tuvo graves consecuencias demográficas y económicas. Muchas alquerías, pequeños núcleos rurales dedicados a la agricultura, quedaron deshabitadas y terminaron desapareciendo por falta de mano de obra para su explotación. Las tierras que antes cultivaban los musulmanes pasaron a estar controladas por el cabildo catedralicio de Sevilla y diversas órdenes religiosas, pero la ausencia de habitantes hacía difícil su aprovechamiento.

    La crisis se agudizó con la revuelta mudéjar de 1264, cuando los musulmanes que aún permanecían en la zona, sobre todo aquellos que habían logrado mantenerse tras la primera oleada de expulsiones, se rebelaron contra la autoridad cristiana. La represión que siguió a la revuelta fue intensa, y los supervivientes huyeron en su mayoría hacia el Reino de Granada o al Magreb. El territorio quedó entonces prácticamente deshabitado, con la mayoría de los antiguos pobladores musulmanes se refugiaron en lugares como Huelva, Osset o la propia ciudad de Sevilla.

    Un territorio de frontera y la dificultad de la repoblación

    Tras la revuelta, el Aljarafe quedó convertido en un espacio peligroso e inestable. A pesar de los intentos de repoblación impulsados por la monarquía castellana, la presencia constante de incursiones de los nazaríes de Granada y los benimerines del norte de África desalentaba a los nuevos pobladores. Muchos de los cristianos que llegaban desde el norte de la península, con la esperanza de establecerse en estas tierras, acababan abandonándolas por temor a la inseguridad.

    En este contexto, a la hora de repoblar la zona, se consideraron diferentes opciones o ubicaciones para el nuevo asentamiento cristiano, y finalmente se eligió la zona de El Conde en el lado oriental de Tomares en lugar de la opción de Peralta. Este enclave, por su posición estratégica, ofrecía mejores condiciones defensivas. Para asegurar su control, se decidió reforzar las fortificaciones existentes y construir un alcázar o fortaleza. Esta estructura, cuya entrada principal se situaba en el actual callejón Bichuelas, comprendía una serie de murallas y torres de vigilancia que delimitaban el núcleo urbano.

Callejón Bichuelas

    El sistema defensivo de Tomares se extendía desde el área de la actual biblioteca municipal, pasando por la iglesia y la plaza de la Constitución, hasta Montefuerte. Una torre al sur del enclave, en la zona de El Conde, permitía una visión privilegiada sobre San Juan de Aznalfarache, un punto clave en la defensa de la región. Aunque no se conoce el nombre exacto de esta torre en la época medieval, es posible que se refiera a la Torre de Montefuerte, ubicada en la Hacienda de Montefuerte.

    Las murallas, que cerraban el núcleo central de la población, abarcaban desde el aparcamiento que hay junto al Ayuntamiento hasta la parte trasera de Montefuerte, conectando con el área del Garrotal y cerrándose cerca de la calle Calderona, junto al Colegio Al-Ándalus. Estas fortificaciones fueron esenciales para garantizar la permanencia de la población militar que llegaba desde el norte, evitando que abandonaran el territorio ante la amenaza musulmana. En la actualidad no se conservan restos visibles de las murallas medievales. Las que aparecen en la imagen inferior corresponden a una restauración reciente de las antiguas murallas posiblemente de la hacienda Montefuerte edificio del siglo XVII.


    La organización administrativa y el papel de Tomares en el Reino de Sevilla

    Desde la Reconquista en el siglo XIII hasta la reorganización territorial de España en 1833, Tomares formó parte del Reino de Sevilla, uno de los cuatro reinos en que se dividía Andalucía. Este reino abarcaba las actuales provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz y parte de Badajoz, y se organizaba en tierras de realengo (bajo control directo de la Corona) y de señorío (en manos de nobles y órdenes religiosas).

    Dentro de esta estructura territorial, Tomares quedó integrado en el distrito de Aznalfarache, que se dividía en cuatro mitaciones, una de ellas San Juan, que incluía además de Tomares, las localidades de Duchuelas, Camas, Zaudín, la calle Real de Castilleja y Aznalfarache. En los documentos de repartimiento de tierras, Tomares aparece registrado como un heredamiento, es decir, una concesión de tierras otorgada por el concejo de Sevilla a individuos que se comprometían a asentarse y explotarlas. Este modelo se diferenciaba del de los donadíos, que eran tierras entregadas con mayor autonomía a los beneficiarios.

    Ya en el siglo XVII el territorio de Tomares pasó a estar bajo el dominio de la Casa de Olivares y también de la Orden de San Juan, configurándose así un complejo entramado de señoríos laicos y eclesiásticos que marcarían el devenir de la localidad en los siglos posteriores.

    Conclusión: De la crisis a la consolidación de Tomares

    La historia medieval de Tomares es un reflejo de los intensos cambios que sufrió el Aljarafe tras la Reconquista. De un territorio densamente poblado por musulmanes, pasó a convertirse en un espacio desolado por las expulsiones y las guerras. Sin embargo, gracias a su posición estratégica y a las medidas defensivas implementadas, logró consolidarse como un núcleo de repoblación cristiana en el siglo XIV. A partir de entonces, su desarrollo estuvo ligado a las dinámicas del Reino de Sevilla, la administración señorial y el control militar, sentando las bases de la localidad que hoy conocemos.