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jueves, 24 de abril de 2025

TOMARES Y EL ALJARAFE DURANTE LA RECONQUISTA: DEL DOMINIO ALMOHADE AL CONTROL CRISTIANO


    Durante los siglos XII y XIII, en pleno proceso de la Reconquista, el Aljarafe sevillano fue un territorio estratégico clave en los enfrentamientos entre el mundo islámico y los reinos cristianos del norte peninsular. En este contexto, el territorio del actual Tomares se vio profundamente influido por los grandes acontecimientos militares y políticos de la época, especialmente por su cercanía a la ciudad de Sevilla y por su vinculación con el importante enclave fortificado de Hisn al-Faray (el actual castillo de San Juan de Aznalfarache).

    Tras la derrota cristiana en la batalla de Alarcos (1195), la iniciativa militar en la Península Ibérica estuvo, durante décadas, en manos de los almohades, que habían hecho de Sevilla la capital de su imperio en al-Andalus. No obstante, la situación cambió drásticamente tras la gran victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que participó el joven Fernando III de Castilla, entonces heredero al trono.

    Esta derrota marcó el inicio del colapso del poder almohade en la península, y con él, la apertura de una nueva etapa de expansión castellana hacia el sur. Insurrecciones internas, luchas sucesorias y la descomposición del poder central almohade facilitaron el avance cristiano, que se fue consolidando paso a paso.

  

Mapa del asedio de Sevilla

  La gran empresa de Fernando III fue la conquista de Sevilla, una ciudad clave tanto por su peso político como por su posición geográfica y su control del río Guadalquivir. En este proceso, el Aljarafe desempeñó un papel esencial: su altitud y dominio visual sobre el río lo convertían en una retaguardia militar de gran valor.

    El maestre de la Orden de Santiago, Pelayo Pérez Correa, fue encargado por el rey de asegurar el control del Aljarafe. Tomó el castillo de Aznalfarache, que se convirtió en cuartel general cristiano durante el asedio. Desde esa posición, los cristianos podían cortar la comunicación fluvial de Sevilla, vigilando el tránsito de barcos y dificultando la resistencia almohade.

    En paralelo, el almirante Ramón Bonifaz bloqueó la ciudad por el río y logró una acción simbólica y decisiva: la ruptura del Puente de Barcas que unía Sevilla con Triana, el 3 de mayo de 1248. Sevilla quedó aislada.

    El asedio comenzó el 24 de agosto de 1248 y terminó el 23 de noviembre del mismo año, con la rendición de la ciudad. Tras la conquista, el castillo de San Juan de Aznalfarache —el antiguo Hisn al-Faray— fue donado el 25 de febrero de 1249 a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén (posteriormente conocida como la Orden de Malta). La donación se confirmó legalmente en 1253, y aún hoy, el escudo de San Juan de Aznalfarache conserva la cruz de Malta y un castillo, en memoria de aquel episodio decisivo.

    Aunque no existen registros específicos de un núcleo urbano consolidado en el actual Tomares en ese momento, su territorio estaba vinculado directamente al entorno del castillo de Aznalfarache, del que dependía en lo militar y lo administrativo. La ubicación elevada de Tomares y su proximidad al río lo convertían en un espacio de paso, de vigilancia y de abastecimiento.

    Tras la conquista, el Aljarafe comenzó un proceso de reorganización bajo dominio cristiano. Se repoblaron sus tierras, se reorganizaron sus caminos y se distribuyeron nuevas propiedades. Así, el territorio de Tomares se integró plenamente en la nueva estructura feudal castellana y comenzó a trazar su historia dentro del reino de Castilla.

EL VALOR ESTRATÉGICO DE TOMARES EN ÉPOCA TAIFA: LA FORTIFICACIÓN DE IZNALFARACH

 


   Durante los siglos XI y XII, en plena fragmentación del Califato de Córdoba y bajo el dominio de los reinos de taifas, el territorio del Aljarafe sevillano cobró una notable importancia estratégica. Esta comarca, fértil y bien comunicada, fue escenario de rivalidades políticas, ambiciones dinásticas y proyectos de control territorial que marcaron el destino de Sevilla y su entorno inmediato.

    Una de las zonas con más protagonismo en este contexto fue la comprendida entre los actuales municipios de San Juan de Aznalfarache y Tomares, históricamente vinculados al antiguo asentamiento de Osset, ciudad turdetana romanizada y posteriormente islamizada. Aunque la localización principal de Osset se ha identificado tradicionalmente en el actual cerro de San Juan, es importante señalar que su área de influencia y control territorial se extendía ampliamente, abarcando también el espacio donde hoy se asienta el núcleo urbano de Tomares. Ambos municipios compartieron historia administrativa, jurisdicción y estructura territorial hasta finales del siglo XIX.

    En este contexto de fragmentación política, el enclave fortificado de Iznalfarach adquirió un valor destacado. Su ubicación, elevada sobre el valle del Guadalquivir y cercana a la ciudad de Isbiliya (Sevilla), le confería una posición clave como punto de control del abastecimiento fluvial y como avanzada en la defensa de la capital del reino abadí. El castillo, construido a finales del siglo XI bajo el reinado de Al-Mutadid y su hijo Al-Mutamid (1069–1090), reyes de la taifa sevillana, fue concebido no sólo como un bastión militar, sino también como un símbolo del poder dinástico.

    Este nuevo palacio-fortaleza recibió el nombre de Hisn al-Zahir, que podría traducirse como "el castillo brillante", evocando la mítica ciudad palatina cordobesa de Madinat al-Zahra. De este modo, los soberanos sevillanos buscaban imitar la grandeza califal de Qurtuba, construyendo en las afueras de su capital una residencia de recreo con aspiraciones simbólicas. No está claro si esta edificación se levantó sobre restos anteriores o si fue de nueva planta, pero los testimonios literarios, especialmente la poesía cortesana de Al-Mutamid, la evocan como un lugar de belleza y poder.

    El palacio y su fortificación se insertaban también en una lógica defensiva, característica de los tiempos taifas: pequeñas cortes, constantemente enfrentadas entre sí, que se veían obligadas a levantar fortalezas y castillos para asegurar sus dominios. Así, la construcción de Iznalfarach formó parte de un programa más amplio de control del Aljarafe, pieza clave para el sostenimiento económico y militar de Sevilla.

    De la fortificación “abadí” de Iznalfarach se conserva poca constancia arqueológica, y menos aún de las posibles reformas que pudo haber experimentado bajo el dominio posterior de los almorávides. No obstante, entre los años 1990 y 2000, durante un seguimiento arqueológico en la calle Tablada, se documentaron restos de un muro de tapial de 2,30 metros de grosor, una medida inusualmente grande que no corresponde a las técnicas constructivas almohades, lo que ha llevado a algunos arqueólogos a plantear que podrían tratarse de vestigios de la fortificación anterior, posiblemente parte del propio Hisn al-Zahir.

    Aunque el topónimo de Iznalfarach se asocia principalmente a San Juan de Aznalfarache, la fortaleza que lo llevó por nombre se encontraba en un enclave cuyo control y territorio abarcaba también el actual municipio de Tomares. La propia naturaleza de las fortificaciones andalusíes, más centradas en el dominio del entorno que en la delimitación de fronteras precisas, permite hablar de una relación directa entre la historia de Tomares y la existencia de esta fortaleza. De hecho, parte de sus restos —y del espacio que controlaba— se encuentran hoy en el término tomareño, por lo que su historia es también parte esencial del pasado medieval de nuestro municipio.

(Más información en https://amodelcastillo.blogspot.com/)

jueves, 30 de enero de 2025

TOMARES Y SAN JUAN DE AZNALFARACHE: EL DESLINDE TERRITORIAL Y SU HERENCIA HISTÓRICA

    
Escudos de Tomares y San Juan de Aznalfarache


    La historia de Tomares y San Juan de Aznalfarache está marcada por una relación que se remonta a siglos atrás, cuando ambas localidades compartían una estrecha vinculación administrativa y territorial. Durante mucho tiempo, hasta finales del siglo XIX, Tomares formaba parte del municipio de San Juan, dependiente de la administración de esta última. Sin embargo, el proceso de segregación que tuvo lugar en 1890 significó un hito crucial en la historia de ambos pueblos, ya que no solo definió sus territorios, sino que también sentó las bases para su evolución independiente, dando paso a la configuración política y social que conocemos hoy.

    Este proceso de separación no fue un acto aislado, sino el resultado de una serie de factores sociales, económicos y demográficos que marcaron la pauta en el contexto de la época. A lo largo del siglo XIX, San Juan de Aznalfarache experimentó un rápido crecimiento económico gracias a su desarrollo industrial y comercial, lo que convirtió a la localidad en un centro neurálgico de la comarca del Aljarafe. Este auge provocó un aumento significativo de su población, que en pocas décadas pasó de ser una pequeña localidad rural a convertirse en un importante núcleo de servicios y comercio.

    En este contexto, la segregación de Tomares fue una respuesta a la necesidad de autonomía de una población que había ido creciendo poco a poco, pero que aún mantenía una estructura económica más ligada a la agricultura. La separación, formalizada en 1890, no solo otorgó a Tomares su propia identidad administrativa, sino que también permitió a ambos municipios trazar su propio destino. En el momento de la segregación, la población de Tomares era de 590 habitantes, mientras que San Juan contaba con 586. Aunque las cifras eran casi idénticas, la distribución de los recursos y los bienes municipales fue un aspecto clave en la resolución del proceso. A Tomares se le asignaron 500 hectáreas de territorio, lo que definió su jurisdicción, y también se estableció un reparto económico que incluyó una asignación de 35.530 pesetas para San Juan y 35.288 para Tomares.

    Este acto de separación política no solo marcó el rumbo administrativo de ambos municipios, sino que también dejó su huella en el aspecto simbólico y heráldico. El escudo de Tomares, por ejemplo, es un claro testimonio de la historia compartida con San Juan. Su diseño incluye una cruz de San Juan de Jerusalén, presente en los espacios superior e inferior del escudo, que refleja la vinculación de ambas localidades con la orden medieval. Además, flanqueando la cruz, se observan dos torres de oro que complementan el simbolismo histórico de la localidad. La Corona Real Cerrada que aparece como timbre, hace referencia a la relación de Tomares con la monarquía, un símbolo de su trascendencia histórica.

Actual término municipal de Tomares

    Aunque la separación política permitió que ambos municipios siguieran su propio camino, las huellas de esa historia compartida siguen siendo evidentes en la configuración territorial y en la identidad cultural de la región. San Juan de Aznalfarache continuó su evolución como un importante centro industrial y comercial, mientras que Tomares, aunque conservó una identidad agrícola, comenzó a expandirse en el siglo XX hacia un modelo más residencial, que hoy en día lo convierte en una localidad en pleno crecimiento.

    El legado de aquel proceso de segregación sigue vivo en la memoria colectiva de la región, y la estrecha relación entre ambos municipios, aunque administrativamente separada, persiste en muchos aspectos, desde las tradiciones compartidas hasta las infraestructuras que conectan las localidades. El escudo de Tomares, con su cruz de San Juan, sigue siendo un símbolo de ese vínculo que perdura a través del tiempo, testimoniando la herencia histórica y cultural que ambos municipios comparten, incluso después de más de un siglo de separación.