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viernes, 16 de mayo de 2025

TOPONIMIA Y MEMORIA: EL LEGADO DE SANTA EUFEMIA EN TOMARES

    Toponimia y memoria: el legado de Santa Eufemia en Tomares

Santa Eufemia de Calcedonia

    En el corazón del Aljarafe sevillano, entre naranjales y urbanizaciones, se alza la antigua Hacienda de Santa Eufemia, uno de los asentamientos históricos más antiguos del término municipal de Tomares. Pero ¿por qué se llama así este lugar? ¿Quién fue esa santa que le dio nombre a una alquería andalusí cristianizada y luego a una hacienda barroca?

    Tras la conquista castellana de Sevilla en 1248, la reorganización del territorio vino acompañada de una transformación simbólica: alquerías, caminos y tierras pasaron a ser rebautizados con nombres de santos, vírgenes y mártires cristianos. Era una forma de borrar la huella islámica y afirmar una nueva identidad espiritual sobre el paisaje.

    La antigua alquería de época islámica, que en Tomares reaprovechaba un asentamiento romano tardío, recibió entonces el nombre de Santa Eufemia. Probablemente se fundó una pequeña ermita o se promovió su advocación en ese lugar, como era costumbre para proteger las tierras y a sus moradores. Con el tiempo, el topónimo sobrevivió en la designación de la hacienda agrícola que heredó el nombre y que aún conserva vestigios de su pasado rural.

    Santa Eufemia fue una mártir cristiana nacida en Calcedonia, en la región de Bitinia (actual Turquía), y su historia fue transmitida desde la Antigüedad tardía con tintes claramente legendarios. Según la tradición, Eufemia fue arrestada alrededor del año 310 por negarse a participar en sacrificios paganos. Ante el juez, confesó abiertamente su fe cristiana, lo que desató una cadena de tormentos que desafían toda imaginación medieval:

    Según la tradición hagiográfica, Santa Eufemia fue sometida a brutales tormentos: le rompieron los dientes, fue obligada a caminar sobre cuchillas ocultas bajo tierra y arrojada a una hoguera que no logró quemarla. Más tarde fue atada a una rueda rellena de brasas y estrujada como una aceituna entre enormes muelas, de las que habría sobrevivido siete días gracias al auxilio de un ángel. Finalmente, fue arrojada al foso de los leones, que en lugar de devorarla, la veneraron.

    Pero ni siquiera las fieras la tocaron: según el relato, los leones lamieron sus pies y, en un gesto milagroso, entrelazaron sus colas para formar un trono donde Eufemia se sentó como una reina. Solo entonces fue finalmente decapitada, alcanzando el martirio.

    Es este extraordinario relato, mezcla de fe y resistencia sobrehumana, el que explica el prestigio del nombre de Santa Eufemia en la Edad Media cristiana. Elegirla como protectora de una tierra recién conquistada tenía un sentido espiritual y político: era una santa indestructible, incorruptible ante el mal, símbolo de victoria y fe.

    Así, la Hacienda de Santa Eufemia no es solo un lugar del paisaje tomareño, sino también un vestigio de un tiempo en que los nombres se cargaban de sentido religioso, y los mártires, como Eufemia, caminaban entre fieras y espadas, como si el propio terreno andaluz necesitara mártires para afianzar su nueva identidad cristiana.

viernes, 31 de enero de 2025

TOMARES EN ÉPOCA ROMANA: UN CRISOL DE HISTORIA, CULTURA Y RIQUEZA AGRÍCOLA

      La historia de Tomares se remonta a tiempos remotos, cuando el territorio que hoy conocemos como el Aljarafe sevillano era un enclave estratégico y fértil, codiciado por civilizaciones que dejaron su huella en estas tierras. En este recorrido por la antigüedad, nos adentramos en la época romana, un período que marcó profundamente la identidad de Tomares y su entorno. Desde la llegada de los romanos a finales del siglo III a. C. hasta la crisis del siglo III d. C., esta región fue testigo de transformaciones políticas, económicas y culturales que sentaron las bases de lo que hoy es este municipio.

Grabado del pintor Hoefnagel con las ruinas de Osset 
a la derecha. Imagen del blog Homo del Castillo

    La fundación de Itálica en el año 206 a. C., cerca de la actual Santiponce, fue un hito crucial. Esta ciudad no solo sirvió para asentar a los soldados licenciados tras las guerras púnicas, sino que también se convirtió en un centro de control sobre las poblaciones no romanas. Itálica y Osset, junto con Hispalis (Sevilla), formaron un triángulo de poder que organizó y administró el territorio de manera eficiente.

Cerro de Chavoya

      La presencia romana en la península ibérica comenzó a consolidarse a finales del siglo III a. C., y Tomares no fue ajeno a este proceso. En aquel entonces, el oppidum turdetano de Osset, situado en un lugar elevado y estratégico, desapareció como tal, pero su importancia no decayó. Los romanos, conscientes de su valor, mantuvieron Osset como un punto clave en su red de control territorial, rebautizándolo como Osset Iulia Constantia. Este enclave, situado en el cerro Chavoya (hoy conocido como Cerro de los Sagrados Corazones), dominaba la cornisa del Aljarafe y ofrecía una vista privilegiada del Lacus Ligustinus, el antiguo estuario del Guadalquivir.

    Osset Iulia Constantia, la Osset romana, se convirtió en un núcleo importante dentro de la provincia Bética. Amurallada y situada en un cerro de 50 metros de altura, esta ciudad controlaba un territorio que abarcaba los actuales términos de Gelves, Mairena, Castilleja, Espartinas, Tomares y San Juan. Las monedas acuñadas en Osset, con la figura de un hombre portando un racimo de uvas, son un testimonio de la importancia agrícola de la región, especialmente en la producción de vino.

    Uno de los legados más significativos de la época romana en Tomares fue la organización del territorio en villas. Estas explotaciones agrícolas, que combinaban residencias señoriales con tierras de cultivo, fueron el germen de muchos de los pueblos actuales. En Tomares se han identificado al menos siete villas romanas, cada una con sus propias características y nivel de riqueza.

    Entre ellas destacan la villa de Talca de Tosa, en Aljamar, que perduró hasta la época musulmana; la villa de El Carmen, una explotación tipo granja; y la villa situada en el casco urbano de Tomares, en torno a la actual Plaza de la Constitución. Esta última, conocida posteriormente como Zaudín Bajo, se beneficiaba de las aguas subterráneas que brotaban en la calle La Fuente, lo que la convirtió en un nodo de poblamiento importante.

    Otras villas, como la de Santa Eufemia, eran explotaciones de lujo, como lo demuestran los mosaicos y teselas encontrados en la zona. Esta villa, que perduró desde el siglo I hasta el IV d. C., fue un ejemplo de la opulencia que alcanzaron algunas de estas propiedades.

    Los hallazgos arqueológicos en Tomares nos permiten reconstruir parte de su historia romana. Entre ellos destaca la estatua de Diana, diosa de los bosques y los animales, encontrada en la calle Colón. Esta figura, vinculada al culto oleario de Hispalis, confirma la importancia de la región en la producción de aceite. También se han localizado restos de un molino romano en Santa Eufemia, una necrópolis en la Cuesta y una cabeza esculpida de un anciano, entre otros vestigios.

    Tomares no solo fue un centro agrícola, sino también un punto clave en la red de comunicaciones romana. Las principales vías, como la que unía Hispalis con Itálica y Emérita Augusta, pasaban por esta región. Además, existían caminos secundarios y veredas que conectaban las villas y los núcleos poblacionales, facilitando el comercio y el movimiento de personas.

    La decadencia del Imperio Romano no pasó desapercibida en Tomares. La crisis del siglo III, marcada por la inflación, la disminución de las exportaciones y la inestabilidad política, afectó profundamente a la región. Sin embargo, el episodio más dramático fue la invasión de los vándalos silingos en el siglo V. Estos pueblos bárbaros, en su avance por la península, arrasaron la zona conocida como Villa Sangre, cerca de la actual Plaza Príncipe de Asturias. Este trágico evento dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de la región.