Toponimia y memoria: el legado de Santa Eufemia en Tomares
En el corazón del Aljarafe sevillano, entre naranjales y urbanizaciones, se alza la antigua Hacienda de Santa Eufemia, uno de los asentamientos históricos más antiguos del término municipal de Tomares. Pero ¿por qué se llama así este lugar? ¿Quién fue esa santa que le dio nombre a una alquería andalusí cristianizada y luego a una hacienda barroca?
Tras la conquista castellana de Sevilla en 1248, la reorganización del territorio vino acompañada de una transformación simbólica: alquerías, caminos y tierras pasaron a ser rebautizados con nombres de santos, vírgenes y mártires cristianos. Era una forma de borrar la huella islámica y afirmar una nueva identidad espiritual sobre el paisaje.
La antigua alquería de época islámica, que en Tomares reaprovechaba un asentamiento romano tardío, recibió entonces el nombre de Santa Eufemia. Probablemente se fundó una pequeña ermita o se promovió su advocación en ese lugar, como era costumbre para proteger las tierras y a sus moradores. Con el tiempo, el topónimo sobrevivió en la designación de la hacienda agrícola que heredó el nombre y que aún conserva vestigios de su pasado rural.
Santa Eufemia fue una mártir cristiana nacida en Calcedonia, en la región de Bitinia (actual Turquía), y su historia fue transmitida desde la Antigüedad tardía con tintes claramente legendarios. Según la tradición, Eufemia fue arrestada alrededor del año 310 por negarse a participar en sacrificios paganos. Ante el juez, confesó abiertamente su fe cristiana, lo que desató una cadena de tormentos que desafían toda imaginación medieval:
Según la tradición hagiográfica, Santa Eufemia fue sometida a brutales tormentos: le rompieron los dientes, fue obligada a caminar sobre cuchillas ocultas bajo tierra y arrojada a una hoguera que no logró quemarla. Más tarde fue atada a una rueda rellena de brasas y estrujada como una aceituna entre enormes muelas, de las que habría sobrevivido siete días gracias al auxilio de un ángel. Finalmente, fue arrojada al foso de los leones, que en lugar de devorarla, la veneraron.
Pero ni siquiera las fieras la tocaron: según el relato, los leones lamieron sus pies y, en un gesto milagroso, entrelazaron sus colas para formar un trono donde Eufemia se sentó como una reina. Solo entonces fue finalmente decapitada, alcanzando el martirio.
Es este extraordinario relato, mezcla de fe y resistencia sobrehumana, el que explica el prestigio del nombre de Santa Eufemia en la Edad Media cristiana. Elegirla como protectora de una tierra recién conquistada tenía un sentido espiritual y político: era una santa indestructible, incorruptible ante el mal, símbolo de victoria y fe.
Así, la Hacienda de Santa Eufemia no es solo un lugar del paisaje tomareño, sino también un vestigio de un tiempo en que los nombres se cargaban de sentido religioso, y los mártires, como Eufemia, caminaban entre fieras y espadas, como si el propio terreno andaluz necesitara mártires para afianzar su nueva identidad cristiana.